domingo, 18 de noviembre de 2012

Abejas Racionales.



ABEJAS RACIONALES

Melisa Howe Gibbens

Las abejas obreras conocen, después de unas cuantas visitas a flores de distintos colores, cuáles son aquellas que tienen más probabilidad de contener néctar, a través de un sistema simple capaz de asociar el color con la recompensa[1].” Damasio denomina a este dispositivo de conocimiento “marcador somático básico”. El ser humano al disponer  de un sistema nervioso muchísimo más sofisticado, posee un marcador somático más evolucionado, pero con el mismo objetivo, conocer la mejor respuesta para sobrevivir. Por lo tanto, siguiendo el pensamiento de Rousseau, Vollmer, James y Damasio, conocemos la realidad en tanto que nos resulta útil o perjudicial para nuestra supervivencia. Pero no sólo eso, precisamente por nuestro interés en sobrevivir hemos de conocer la realidad tal cual es. Solo de este modo obtendremos la mayor rentabilidad para nuestra supervivencia y felicidad. Con el fin de consolidar esta afirmación, analizaremos cómo surge la capacidad de conocimiento en los seres humanos.

Estiman los expertos que hace tres mil ochocientos millones de años aparecieron las bacterias, el antepasado de todos los organismos vivos. Dos mil millones de años después, aparecieron las células eucariotas, “que se formaron al asociarse y converger  por la vía de la cooperación entre bacterias que renunciaron a su estatus independiente para formar parte de este nuevo agregado idóneo[2]”. Los componentes de esta célula tales como el citoesqueleto, el citoplasma, la membrana celular y el núcleo realizan funciones respectivamente  equivalentes  a la de nuestra estructura ósea, a la del interior de nuestro cuerpo con todos sus órganos, a la de nuestra piel y a la de nuestro cerebro. Al igual que la célula eucariota se formó por agregación de  bacterias y en su núcleo contaba con un dispositivo no-consciente orientado a la conservación de la homeostasis y la supervivencia, el ser humano como organismo pluricelular, millones de años después, se formó como  agregado de células que se especializaron en diferentes funciones. No obstante, todas ellas coordinadas por unas células tan especiales como las neuronas, con el mismo objetivo: mantener la supervivencia y la homeostasis del agregado celular. ¿Cómo ocurrió y se desarrolló este hecho?

Por increíble que parezca, todavía hoy, las amebas, los protozoos y los paramecios  son ejemplos de aquella primitiva forma de vida cuya ventaja evolutiva es la movilidad, que dirigida por un dispositivo no-consciente  le permitía seleccionar el medio idóneo para la conservación de la homeostasis. Este dispositivo no-consciente de las células eucariotas cuando se agregan para formar organismos pluricelulares provocan el surgimiento de un dispositivo no-consciente  de conocimiento más sofisticado para la selección del mejor medio para la supervivencia. En el ser humano la neurofisiología ya ha probado que la predicción de la “llegada de algo bueno se señala con la secreción de la dopamina y la oxitocina; en cambio, la inminencia de una amenaza se marcaría con la hormona que secreta el cortisol o la prolactina. La secretación a su vez optimizaría el comportamiento necesario para procurar o evitar la concreción del estímulo[3]”. Es decir, un dispositivo no-consciente busca la homeostasis y supervivencia, pero ésta no se garantiza si no conocemos objetivamente la realidad tal y como es. Por tanto, es esta necesidad de sobrevivir la que hace surgir la capacidad racional, con el fin de garantizar la supervivencia y felicidad.  Así, el gran reto de la racionalidad consiste en que solo si conocemos cómo es la realidad seremos capaces de rentabilizar al máximo nuestra supervivencia y felicidad. Consideremos el riesgo si no lo hacemos así.
Viox era un antiinflamatorio esteroide de los Laboratorios Merck relacionado con medicamentos tales como el ibuprofeno y el naproxeno, pero en 2004 fue retirado del mercado al comprobarse mediante un estudio clínico  un incremento en el riesgo de serios eventos cardiovasculares, como ataques al corazón y derrames cerebrales. Otros muchos ejemplos en este terreno serían Bextra,  Zelnorm, Tysabri, NeutroSpec, la famosa y dramática Talidomida y una larga y triste lista. El ejemplo  no puede ser más claro, si no conocemos las cosas en sí mismas no podemos determinar sus consecuencias en todos los ámbitos, y sólo si esto ocurre, obtendremos la máxima ventaja para nuestra supervivencia. Que ésta es una tarea costosa y con muchísimas dificultades no la convierte en imposible. Lo paradójico radica en que, aunque dispongamos de ese conocimiento objetivo tan trabajosamente conquistado, hacemos lo contrario de lo que sabemos que debemos hacer.

Uno de esos hechos es que, por ejemplo, en nuestra sociedad las autoridades sanitarias han alertado de que la obesidad se ha convertido en una plaga ya que la padece el 20 % de la población,  mientras que el 60 % sufre sobrepeso. ¿Por qué sucede esto? Desde los principios de su existencia, el ser humano ha pasado necesidad alimenticia, configurando esta escasez un mecanismo biológico que la compensase mediante el almacenamiento de grasas cuando encuentra abundancia. Sin embargo,  a principios de los años 20, nuestra sociedad protagonizó un asombroso cambio: la ingente cantidad de comida en los frigoríficos y el supermercado a  la vuelta de la esquina sustituyó el ambiente de escasez habitual por un nuevo ambiente de opulencia al que tuvo acceso la gran mayoría de la población.  La consecuencia biológica de este cambio fue que los seres humanos comenzamos a ingerir alimentos llegando a desactivar las sensaciones de saciedad natural por encima incluso del umbral de unas justas reservas de grasas. Es decir, un espacio cultural de sobreabundancia no ajustado al mecanismo natural confeccionado por un ambiente de escasez es un claro desencadenante de la plaga de obesidad que hoy padecemos los seres humanos en Occidente y que no es conocida en ninguna especie animal en estado salvaje; al igual que la anorexia, que es casi el caso contrario. Esto no pone de manifiesto una clara deficiencia de conocimiento objetivo, sino todo lo contrario, es una prueba de conocimiento que explica ese hecho insano y que indica el camino para evitarlo y vivir más sanamente. Ahora bien, lo que sí pone de manifiesto es una de las grandes dificultades para el conocimiento objetivo. Veamos cuál es esa dificultad. 

“La verdad está producida gracias a múltiples imposiciones. La forma en la que es enseñada y la determinación de lo que es falso o verdadero se encuentra ligado a juegos e instituciones de poder”. Con esta afirmación, Foucault nos está dando la clave para responder la cuestión de por qué el conocimiento objetivo más urgente para la supervivencia está pervertido. En efecto, son muchos los países que ratifican que La Declaración de los Derechos Humanos es una fórmula de la justicia objetiva. Sin embargo, muchos de esos mismos países no dudan en consentir y causar la injusticia cada vez que niegan los recursos alimenticios, los fármacos y la educación a una gran parte de la humanidad que carece de ellos. Es así como tiene lugar lo contrario al conocimiento objetivo inconsciente de cooperación entre bacterias para garantizar la supervivencia. Esa perversión del conocimiento provoca la división del globo entre el mundo obeso y el anoréxico, el primer mundo y  el tercer mundo. De esta forma, la verdad objetiva para la supervivencia y felicidad de toda la especie es conocida y aceptada, pero sólo a los efectos de ser un mero artificio, engaño o pantalla tras la cual el poder de determinadas instituciones hace prevalecer sus intereses, manipula incluso y patrocina una  falsa ciencia al servicio de sus viles intereses. De este artificio, engaño y bellaquería carecen los animales, y ojalá careciese también nuestra racionalidad, pues como dice Damasio, “Las abejas son especies en las que la memoria y el razonamiento se hallan limitados. Sin embargo, muestran espectaculares ejemplos de cooperación social que fácilmente harían avergonzar a las Naciones unidas”.

En conclusión, imitemos el dispositivo de conocimiento no-consciente a nivel racional, eliminemos el egoísmo de las instituciones poderosas, cooperemos como lo hacían las bacterias o las abejas, pero hagámoslo ahora desde la racionalidad, conociendo las cosas tal y como son, garantizando al máximo la supervivencia y felicidad. En definitiva,  seamos abejas racionales.


[1] Damasio, A., El error de Descartes, (Editorial Crítica, Barcelona 2010) pág.,219.

[2] [2]Damasio, A., Y el cerebro creó al hombre, (Editorial Destino, Barcelona, 2010), pág., 64-65
[3] Ibídem pág. 95-96.

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